Zenaida, una niña tsotsil de 12 años de una comunidad indígena de los Altos de Chiapas, cayó enferma el lunes 27 de abril, con un fuerte dolor de cabeza y calentura. Para el jueves 30, día del niño, Zenaida murió, de acuerdo al diagnóstico, por “fuertes calenturas”. Con sus doce años de edad, se hacía cargo de cuatro hermanos menores desde que la madre murió pariendo al último, el padre se desentendiera y la hermana de 14 años, la mayor, se fuera a trabajar a la ciudad de México para poder enviar algo de dinero.
José es el más viejo de una familia indígena migrante que se estableció en la periferia de San Cristóbal de Las Casas. Hace días que tiene un fuerte malestar pero se niega a ir al médico. Teme que, como en otras ocasiones, dependa de un tratamiento que le cueste a la familia lo que no tiene, además, dice, existen remedios tradicionales para curar la gripe, aunque sea fuerte.
Los vecinos de José no cambian su rutina, no pueden cambiarla, suspender el trabajo significa dejar de proveer a la familia, literalmente, del pan de cada día. Los niños que normalmente van a la escuela, ahora juegan en las calles con las gallinas, los puercos y los charcos. Los demás, como siempre, salen temprano con su mamá a las calles del centro, a vender sus artesanías a los turistas, que aunque se cubran la cara, todavía compran. Llueve, y mojados se refugian en los dinteles de los comercios cerrados desde hace varios días, esperando que escampe para continuar la vendimia.
Mientras, el gobernador del Estado, el 4 de mayo anuncia que “Chiapas se mantiene libre de la influenza AH1N1”. Para el 7 de mayo se reporta el tercer muerto en Chiapas por el virus, ahora en Comitán, luego de un primer caso en Ocosingo y otro en San Cristóbal de Las Casas, y de brotes de infección en Amatenango del Valle. El 9 de mayo se anuncia el regreso a clases hasta el 18 de mayo y no el 11 como habían dicho en la televisión hace unos días y confirman 222 casos de contagio en la entidad, la mitad en los Altos de Chiapas.
Existe desconcierto y no se sabe si se está saliendo de la emergencia o se está entrando apenas. Se esperaba que no llegara el contagio como quien reza por que en el último momento el huracán cambie de rumbo, evitando un desastre seguro. Pero la suerte y los milagros son cada vez más escasos y la condición, que es de pobreza extrema, no hace excepciones. Con la desnutrición y la deficiente cobertura de salud para la prevención y atención que existe en Chiapas, se es presa fácil. Los casos reportados, mayormente de las ciudades, no nos dicen mucho de la situación real.
Pero no sólo la pobreza, también la discriminación y la desinformación vulnera. Melel Xojobal, una asociación civil que trabaja con niños y adolescentes en situación de calle, denunció la semana pasada que no existe suficiente información sobre la contingencia sanitaria entre la población indígena de San Cristóbal de Las Casas. En un monitoreo que realizaron los días 29 y 30 de abril, en cinco colonias de la zona norte de la ciudad, entrevistaron a 109 personas entre 8 y 45 años de edad, concluyendo lo siguiente:
-El 16 por ciento de las personas entrevistadas no había escuchado de la enfermedad por ningún medio, a más de una semana de haberse decretado la alerta y a tres días de haberse suspendido las clases en todo el país.
-El 62 por ciento de las personas se había enterado por medios electrónicos, principalmente a través de la televisión.
-El 22 por ciento desconocía los síntomas y las medidas de prevención del contagio, y el 85 por ciento no había recibido información en su lengua materna.
“En el recorrido por las colonias no observamos ningún cartel o documento informativo sobre la influenza y las niñas y niños entrevistados comentaron que en las escuelas solamente les dijeron que no habría clases sin darles mayor información al respecto”.
Los habitantes de las colonias “manifestaron que ninguna autoridad del sector salud se había acercado para brindar orientación sobre la alerta y nos comentaron que había llegado un grupo de personas a vender medicinas para la nueva enfermedad y que esto estaba confundiendo a la gente”.
Si este nivel de desinformación existe en una de las principales ciudades del Estado y en uno de los núcleos identificados con más proclividad al contagio, con mucha más razón se puede esperar en las zonas rurales predominantemente indígenas. Si a las condiciones de vulnerabilidad por la pobreza le sumamos la desinformación, la situación aún por venir puede ser altamente desastrosa.
Lo que estamos viendo es un desfase de dos semanas entre las acciones tomadas en el Distrito Federal (DF) y Chiapas, para distinguir los casos de contagio y muerte por este virus, e intentar cercar la epidemia, aunque aún no para dimensionar el problema. En el Distrito Federal es donde ha habido el mayor número de contagios y decesos registrados pero esto sólo puede significar la reiteración de que en la capital del país tienen mucho más recursos y capacidad instalada para enfrentar una emergencia como ésta. La diferencia entre Chiapas y el DF, en términos de los índices de desarrollo humano, es como la que existe entre España y Costa de Marfil. La verdad es que la cifra real de infectados y muertos por este virus, en Chiapas, difícilmente se sabrá, mucho menos a tiempo.
Dicen los que estudian catástrofes, que no existen desastres naturales sino fenómenos naturales. El desastre siempre es humano y consiste en no saber prevenir para evitar la vulneración. Ernesto Garzón Valdés lo dice de otro modo, explica que mientras los desastres son una desgracia que escapa al ser humano, la calamidad es una desgracia como resultado de acciones humanas intencionales y que por tanto, tiene implicaciones normativas, morales o jurídicas (Calamidades, Gedisa, 2004: 11-12).
En esta situación de emergencia sanitaria no podemos dejar de distinguir entre lo inevitable y lo prevenible. Si el grado de contagio y muerte se corresponde al grado de desigualdad, como es previsible, luego entonces la epidemia no será cuestión de mala suerte o un castigo inevitable, sino una nueva violación a los derechos humanos. Si el contagio y la mortalidad es producto de la desinformación, la negligencia o la discriminación, habrá una violación al derecho a la salud y a la vida. Sólo haciendo esta distinción es que podremos evaluar la respuesta del Estado frente a sus responsabilidades antes, durante y después de la contingencia sanitaria. Más aún, sólo haciendo esta distinción es que podremos imaginar y proponer medidas contra las calamidades.
Hoy se publica el avance que significa conocer el genoma humano de los mexicanos, con ello se puede saber lo proclives que somos a determinadas enfermedades y por supuesto prevenirlas o atenderlas, es decir curarlas.
Por eso es difícil entender los avances para curar enfermedades nuevas o mutaciones de virus cuando no hay capacidad para que todas y todos podamos ser atendidos por enfermedades comunes, curables y prevenibles, sin duda no es un problema de ciencia.
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